La idea que no viaja y se queda en la cabeza decide que es hora de observar los cambios que su ausencia ha producido (no sabe que la ausencia de ideas no produce ningún cambio). No es que se sienta tan importante, pero siempre le aseguraron que su presencia cambiaría el mundo.
No sabe, sin embargo, que el mundo ya ha cambiado, pues nunca se atrevió a salir. Una idea que no conoce el mundo. Una idea solitaria, pero poderosa, como muchas otras, decide quedarse guardada para un momento mejor, pero el momento nunca llega. Ahora se ha hace vieja, ahora tiene más miedo y, si bien todavía podría salir a probar suerte, hay muchas otras ideas más frescas que pueden surtir mayor efecto que ella (la idea de la comparación que molesta a todas las demás ideas).
El mundo es un lugar en constante cambio, y no siempre son las mejores ideas las que permanecen; a veces, en épocas de crisis, son sólo las ideas que se atreven a salir a probar suerte las que se quedan.
En el cementerio de ideas están las mejores ideas del mundo que nunca vieron la luz. Ahora ya no pueden arrepentirse de todo lo que pudieron hacer y no hicieron. Hay algunas que todavía no mueren, pero esperan con calma, enclaustradas, a que llegue el momento en que el mundo que no deja de cambiar cambie lo suficiente como para ya no poder salir.
Muchas ideas tienen miedo a salir, pues necesitan un hecho con el que puedan cristalizarse. Es ésa la naturaleza del proceso creativo: una idea encuentra a su hecho ideal (tan románticas, las ideas), un hecho encuentra a su idea fáctica (tan duros, los hechos), y ambos, con suerte, se cristalizan.
A la larga, el hecho con el que la idea decide cristalizarse se comporta cada vez más distante, pero la idea crece en el proceso. Con el tiempo, la idea a la que el hecho decidió cristalizar cambia, siempre en busca de algo mejor, pero el hecho también crece en el proceso.
Una idea nace y decide salir al mundo a probar suerte, que ya encontrará un hecho con el que pueda cristalizarse. Y, si no, morirá, pero de cualquier forma iba a morir encerrada, de manera que por qué no morir afuera, en el intento; por qué no salir a conocer el mundo.
La idea que no viaja y se queda en la cabeza decide que es hora de viajar de cabeza en cabeza. Sólo así sabrá si es una buena idea, sólo así sabrá qué tan difícil es el mundo que le prometieron cambiar. La verdad, ahora lo sabe, es que cualquier idea que se atreva a salir cambia el mundo, aunque sea un poquito. El cambio de lo desconocido que se vuelve conocido, como una idea que decide salir de la cabeza.
Una idea que sale, ya sin miedo. Su destino es hablarle a las ideas de los demás, aunque no las conoce. Es una buena idea.
Tuesday, June 23, 2009
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