El silencio dice más que mil palabras, escuché una vez. Me resultaría imposible comunicarme con un japonés, con un alemán, con un conejo o con un cactus, de no ser por el silencio. El silencio es el lenguaje universal. Las interpretaciones del silecio son personales, que por eso son interpretaciones; pero el silencio es indiferente a las interpretaciones que la gente, los conejos o los cactus hagan de él, que por eso es silencio.
¿Qué escuchas cuando no escuchas lo que escuchas? Silencio. Aprender a escuchar el silencio no es fácil, es igual o más difícil que aprender a escuchar a los demás cuando se tiene algo qué decir. Aprender a hablar silencio es aún más difícil, es igual o más fácil que aprender a hablarle a los demás cuando no hay nada qué decir, cuando sólo hay silencio.
El silencio incómodo es lo que se tiene que decir cuando no hay nada qué decir. La falta de silencio es incómoda cuando hay silencio que decir y alguien no lo dice. El silencio es cómodo cuando las palabras maduran, lo sabe un cactus (así le pide al conejo que no se lo coma).
Silencio, un poco de silencio. Estoy madurando palabras que sólo saldrán de mi boca en forma de silencio.
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