Dijo sonriendo: a mí no me cuesta ningún trabajo decir "te amo", pero nunca me han dado ganas de decirlo. Era la primera vez que lo veía sonreír desde su regreso.
Así era Rodolfo, insolente y sincero. Cuando le preguntamos en la prepa que si se cogería a Lyn May (era nuestro juego favorito: cogiendo con celebridades) dijo: no, qué tal que se enamora. Nos cagamos de risa cuando lo dijo. Cuando lo recuerdo, ahora, me es inevitable admitir que Rodolfo era el más humano de mis amigos.
Cada quién habla de la feria conforme le fue en ella, y la verdad es que a Rodolfo le fue de la chingada, siempre. Una mujer se lo llevó de aquí y la razón lo trajo de regreso, con un hijo y sin un ojo. Rodolfo usaba lentes de fondo de botella, tenía muy poco dinero y una gran consideración por los sentimientos de Lyn May; no sé qué tanta consideración tuviera por los propios.
Regresó de Estados Unidos con miopía en un solo ojo y con un hijo negro. Su esposa "se le murió" al tercer batazo que le dio (así me lo contó, riéndose); nunca le dijo "te amo". No le costaba trabajo, pero nunca le dieron ganas de decírselo.
La extraño Tomás, me dijo casi llorando, creo que los gringos me quitaron lo humano, me lo quitaron a macanazos en la frontera (también le habían quitado el ojo, pero eso le parecía irrelevante; de todas maneras, decía, ni veo bien).
Rodolfo no era capaz de matar ni a una mosca, por eso se regresó, por eso inventó lo de los batazos, por eso la extrañaba, por eso no hablaba de la feria: su mamá se estaba muriendo y quería conocer a su único nieto. Rodolfo no sabía cómo decirle a su mamá que tenía un hijo adoptado, no sabía que él también era adoptado (y que tal vez por eso su mamá jamás le había dicho que lo amaba).
La razón se lo había llevado de aquí, una mujer lo había traído de regreso. Ahora regresaba a México con ganas de ir a la feria, con un solo ojo, con un hijo al que amaba.
¿Se lo diría?
Thursday, April 2, 2009
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