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Friday, April 10, 2009

El alquimista

Dicen que Isaac lo intentó. Yo creo que todo lo demás fue para distraer al público. Sólo él sabe si lo logró; todos creen que no.
Lo que a Ricardo más le gusta en la vida es el oro. Entre más raro sea algo, cree, más demanda tendrá (siempre y cuando —piensa, entre paréntesis, en la locura— sea material, sea estético y sea funcional).
Ricardo es un alquimista del siglo XXI, pero no aprende de sus antecesores. Si ricardo piensa —entre comas, entre paréntesis o entre rayas— en la locura, es porque el vapor de mercurio, le han dicho, no es saludable para la mente enferma. ¿Qué es enfermo para la mente saludable, Tomás?
A Ricardo le gusta interactuar con las capas más externas de su mundo, compuesto por unas cuantas palabras y por cosas que yo no conoceré. A Ricardo le gusta paradojizar; es decir, hacer inverosímil la verdad; voltear el orden de lo ordenado; ordenar el caos; preguntarme cosas con mis propias palabras; convertir el metal ordinario en oro.
—Yo soy un alquimista en pleno siglo XXI —dice Ricardo—; pero, por lo menos, no tengo que inventar historias para creer que estoy logrando lo que quiero. Tu alquimia, Tomás, en pleno siglo XXI —y lo que dice a continuación me hiere; pero he de enenderlo, sólo puedo imaginarme lo que se siente ser consciente de que la propia existencia se reduce a la creatividad de un autor—, es la de creer que puedes leer la mente de las personas; podrás leer la mía, pero sólo porque depende de lo que escribas.
Ambas prácticas —la alquimia y la lectura de la mente— son milenarias. ¿Te das cuenta, Ricardo? ¡Eres más que un personaje ficticio! Si puedo leer tu mente, me has dicho, es porque depende de lo que yo escriba en ella. Creo que aquéllos capaces de leer la mente están escribiendo algo sobre la mente que leen: los textos que mejor entiendo son los míos.
Ricardo no dice nada. No sé si entienda mi texto, parece que está pensando. Sí, soy su creador, pero no sé en qué piensa, sólo sé que está pensando. Ricardo no dice, ni dirá, nada más; no en mi mundo, por lo menos. Ricardo ha decidido dejar de trascender mundos (acaba de convertir un pedazo de metal ordinario en oro). ¿Se lo imaginan?

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