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Sunday, June 28, 2009

El quebranto de la voluntad

Si la fuerza de gravedad hace que las cosas caigan y, a veces, se rompan, la fuerza de voluntad hace lo propio con las ideas —cuando desaparece—. Ocurre en un instante. Un salto, un precipicio, un lugar sin retorno (como los recuerdos). Lo más importante no es el golpe posterior al salto —el contacto con el fondo del precipicio—, lo que más se disfruta es el tiempo que dura la suspensión en el aire, pues ésta no permite pensar en lo que pueda pasar después.
Sucede al tomar una decisión que disuelve una previa, que la contradice con acciones. Y es que, cuando las decisiones se trazan en un plano temporal demasiado amplio, cualquier momento de debilidad puede decirnos (más bien para justificar su injustificable presencia): "ni que vivieras tanto". La sensación, en el momento, es una de alivio; sentirse "libre" ante las ataduras autoimpuestas.
Pero, si la libertad implica una idea de autonomía e independencia, ¿es posible liberarse de uno mismo? ¿Por qué alguien habría de imponerse algo que lo mantuviera atado a sus propias debilidades? Es posible liberarse del pasado, pero solamente de manera parcial; liberarse de lo que uno era y ya no es, de lo que uno hacía y ya no hace, de lo que uno pensaba y ya no piensa; liberarse, sobre todo, de lo que uno recordaba y ya no recuerda. Las debilidades a las que nos atamos sirven para desarrollar la fuerza necesaria para cortar otras ataduras. La fuerza que desarrollamos sirve para encontrar la libertad necesaria para quebrar la voluntad.
Para quebrar algo, sin embargo, es necesario construirlo primero. El término fuerza de voluntad se refiere a una capacidad individual para mantener la congruencia, para hacer eso que supuestamente conviene más, para construir un ideal de bienestar y perseguirlo. Aun así, cualquier persona que haya sentido cómo se quiebra, el momento exacto en el que una decisión pasada se disuelve en la memoria y se justifica con cualquier idea que permita disfrutar —aunque sea temporalmente— sus restos inservibles y el tiempo que duró ("ni que vivieras tanto"), sabe que el quebranto de la voluntad es un imán que atrae.
Es imposible saber lo que ocurrirá en el futuro. Es precisamente esa incertidumbre la permite que la debilidad sea, en ocasiones, más fuerte que la voluntad. Al final de cuentas, es sólo una decisión mal tomada; siempre hay tiempo para que la voluntad se quiebre, para que la suspensión bien haya valido el dolor, para saborear la desgracia de liberarse de la propia libertad.
Ni que viviéramos tanto.

3 comments:

  1. Tomas,bien muy bien. Es uno de esos textos que ayudan a reflexionar sobre el tema de " lo que pasa despues" , del momento de dibilidad.Un beso.GA

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