It's not about the complexity of the shadows, it's all about the simplicity of the message.
(81 easy steps)
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Wednesday, September 30, 2009

81

Será imposible convencerlos a todos (y sería aburrido, si fuera posible).
El problema, lector, es que, a pesar de que creas que todo lo que haces depende completamente de ti, puede tratarse de una ilusión dictada por tu destino. Creo, sin embargo, que existen distintos niveles en la ilusión —si existe—, o diferentes niveles para decidir —si es posible— tomar conciencia y hacer de tu mundo un lugar menos automático.
El contacto con la libre voluntad —esa probable ilusión predeterminada— ocurre en los momentos de mayor debilidad, no en los de mayor fortaleza, como muchos creerían. En su estado más puro, tiene la forma de una emoción (blindada por el cuerpo, para que los que dudan duden más, y para que los que creen nunca dejen de dudar), pero se puede expresar físicamente. Una emoción, en ocasiones identificable y etiquetable, en ocasiones no, pero una emoción al final.
Si quieres, lector, hacer contacto con tu libre voluntad (o llegar al nivel máximo de la ilusión), puedes partir del enojo, una de las emociones más transitorias, intensas e identificables. Encuentra un momento en el que el enojo que sientas hacia algún objeto, situación o persona sea incontenible; entonces contenlo. Sonríe, piensa en algo incompatible con tu enojo, haz algo incompatible con tu enojo, y deja de contenerlo: disuélvelo, transfórmalo en cualquier otra cosa sin pasar por el camino de la represión. El tren emocional que conduce el enojo te pedirá que no, que le permitas seguir su marcha natural, pero, tanto como las emociones son parte fundamental de nuestra vida interna y de nuestra vida social, el contacto más genuino y evidente con tu libre voluntad implica que el tren se detenga. El día que lo logres, si algún día lo haces, conocerás que hasta en los procesos más automáticos hay decisiones (aparentemente).
Siempre puedes, claro, abrir y cerrar las manos 81 veces —camino más corto y directo— para llegar a las mismas conclusiones. Después, sin importar qué postura tomes, sólo déjalos decidir, si es su voluntad, si creer o no en la libre voluntad.

Tuesday, September 29, 2009

Human entertainment

When I was about seven, I asked my sister to draw a picture of me because I was afraid of her reality being different from mine. "I can see this red color, for instance," I thought, "but what if she sees it fluorescent green and names it red, like me, while seeing something different."
So, in a desperate attempt to feel less anxious, I asked my sister to draw me. I was terrified with what I saw on the paper when she was finished with her picture—a pretty accurate drawing of me with my Mickey Mouse sweater and my main physical features included. I was terrified because I came to this unsolvable conclusion: no matter how accurate her drawing was, and no matter how well she performed on any match-my-color test, I would never know how her actual perception of the world was (at best, I could only imagine it, as scientists do when they tell us how many colors a cat can see or, even further, how cats sense the world).
Soon after my sister's drawing, I heard that someone had once said "I think, therefore I exist." I started living a more entertaining life, as I would no longer need to worry about how my sister or my cat saw the world, I would only need to think my own world, and they would be automatically included.
The way I see the world has been changing a lot since that interesting event, but I still think sometimes that all I can do, based on what I feel, think and sense from the world (inner and outer), is wonder. As with many problems that I've had in my life, I chose to solve the phenomenological one with entertainment—sports, video-games and words. That's why I think that almost any problem has an entertaining solution.
Entertainment—to hold among something—holds us between the beginning and the end. I talk about entertainment that can be found not only in cheap magazines and gossip shows. Entertainment in art, in science or in technology. Touching entertainment in sports. Ever-ending entertainment in creativity. Written entertainment in books. Filmed entertainment in movies. Suspensive entertainment in questions; true entertainment in truth (if there's any) and false entertainment in fiction (if there's none). Full, transient entertainment in life.
As it might happen with my sister (or with my cat), it doesn't matter if we actually see, think, feel or sense something different when we use the word "entertainment" (or a less—for us—sophisticated meow), all that matters is to use it under the same personal conditions.
Although it may not last, I've come to an entertaining conclusion—entertainment supports almost everything we, as humans, do.

Sunday, September 27, 2009

La construcción de una convención

Hace mucho no supe de qué otra manera describir la textura de la piel de un alienígena: era gris. La idea me dejó inquieto por mucho tiempo, pues me molestaba que a quien le explicara no entendiera cómo era una textura gris. Después quise entender que las texturas, los olores, los sabores, los colores, los sonidos y, en fin, todo aquello que podemos referir al hablar del exterior (hasta un extraterrestre con una piel gris de textura), son convenciones —acuerdos a los que la gente llega para darle orden a la interacción de las ideas en un mundo bastante desorganizado—.
La mejor forma de construir una convención es partiendo de un ejemplo. Leí algo acerca de un experimento imaginario sobre el cerebro. Si a un hablante nativo de alguna lengua particular se le leen versos en una lengua completamente ajena, se activarán en éste ciertas regiones cerebrales específicas relacionadas únicamente con el procesamiento de la información auditiva; pero si se le leen versos con significado y gramaticalmente estructurados en su propia lengua, se le activará mucho más cerebro, por decirlo de una manera poco técnica, incluyendo regiones relacionadas con la memoria, con las imágenes y con el procesamiento de la información semántica y sintáctica.
Mi ejemplo es el siguiente: ¿quién es capaz de interpretar las luces que indican, en una pantalla, qué partes del cerebro están activándose? Sólo quien tenga idea, de entrada, de lo que es un cerebro y de lo que es una computadora, pero eso no será suficiente; será necesario, además, que tenga estudios especializados en neurociencias y que comprenda los principios más básicos de los aparatos y técnicas de tomografía que se estén empleando. Sin esto no existe activación de ninguna región cerebral. El meta-experimento imaginario consistiría en registrar y comparar las observaciones de un neurocientífico experto y de alguien que jamás haya visto una computadora y que no sepa lo que es el cerebro. Desde una postura radical, pues, el cerebro que estudian los neurocientíficos, junto con todas sus neuronas activadas y desactivadas, no es más que un conjunto de acuerdos de los que ninguna persona "inteligente" dudaría.
Pero no todos son tan inteligentes, algunos se atreven a dudar. Una convención se construye, dicen, a partir del lenguaje. Hay mundo sin lenguaje, pero sólo a través del lenguaje el mundo cobra sentido. Podríamos decir que la realidad, completita, es sólo un enorme acuerdo —aunque no todos estén de acuerdo— formado a partir de todo lo que somos capaces de nombrar (un cerebro de textura gris, por ejemplo, como la yema de un huevo hervido, que de ahí vino mi asociación).
Así se construyen las convenciones, así se construye la realidad. Todavía, sin embargo, no logran ponerse de acuerdo para atravesar las paredes. Ante la especulación de que existe un mundo material más allá del lenguaje, siempre queda preguntar, claro, qué realidad existe para quienes no están de acuerdo con las convenciones de lo que no se puede nombrar.

Tuesday, September 22, 2009

Chronic dissatisfaction

An urge, an absurd need of doing something different. A wild shoot in the dark, as usual, but with an aiming intention, with an ideal direction. Just an absolute lack of perfection.
Can we change the curse of what we already know? What happens when we know with complete certainty that something will happen? It's either some part of our brain making it happen (sometimes without letting our awareness know) or some part of our brain connected with the future (our awareness will let us know, sometimes). But we are sure, so we then struggle against our own certainty, against our own thoughts, and against our own self.
What happens when we know with complete certainty that something will happen and then it doesn't happen? Can the curse of what we didn't know change us? A permanent resistance to change is as bad as a permanent need for it. In a dynamic environment, a permanent resistance can only lead to a gradual detachment from the social reality flow. When things don't move that fast, though, a permanent need for change can only lead to chronic dissatisfaction.
Sometimes I don't know which way to go, and all I can come up with is to give up all my freedom to chance, but then I can't decide anymore. If behavior has natural causes, what caused our understanding of those causes? If behavior is random, what are the odds? If I'm here, what am I doing? If you're reading this, is it really your fault?
It will change—although there's no solution, no finish line. There's no truth, there are only voices saying the same thing at different times and voices saying different things at the same time. There are, also, voices that no one will listen—but it will change. There is no congruity ahead when we dare to accept—for a change—that truth is relatively random.
You can go with the flow, but it will change (and so will you). You can try to stop the flow, but it won't change (and neither will you). You can try to change the flow, but you will be dissatisfied (and so will the flow). Can you decide?

Monday, September 21, 2009

No regresa

Es probable que regrese, pero tarda tanto que, para cuando lo hace, o ya nos hemos ido o ya lo hemos olvidado. Por eso es más fácil decir que ya no regresa.
Nunca sentí tan distante algo que hubiera ocurrido hace tan poco, y es que, sin importar qué tan lejano o cercano sea, el tiempo pasado, en términos prácticos, ya nunca regresa.
Regresar, de volver a estar, de volver a visitar. Pienso en un gran momento —o en uno terrible—. La vida no avisa nunca que algo importante se avecina, pero una vez que sucede no queda más que recordarlo, porque —muchas veces— sólo pasa una vez .
Te arropa y te despoja. Es un momento que sólo vuelve a ocurrir en la memoria. Pero, como dicen, "lo bailado ya nadie te lo quita". Y es precisamente por eso que no deberíamos dejar de bailar, por si en algún momento (regularmente inesperado) el baile que bailamos se convierte, más adelante, en uno de ésos que nadie te quita, en uno de ésos que valen la pena aunque después cambie la canción.
Recuerdo varios, y recuerdo también cómo jamás, mientras los vivía, imaginé que se volverían tan importantes; porque un momento importante, mientras sucede, mientras dura, no dice nada más ni nada menos que uno irrelevante; porque algo se vuelve importante al llegar a la memoria, no antes, y porque la importancia de las cosas siempre es producto de las comparaciones. Sí, se disfruta más; sí, dura diferente; pero, como todo, se acaba, y por eso sólo queda recordar. Y después, recordar que se acabó. Y después, sólo recordar un recuerdo, ajeno, de algo que la memoria vivió.
Recuerdo varios, recuerdo que mientras los vivía recordaba otros, que lo que vivo ahora es un recuerdo. Ahora, mientras lo leo, me pregunto si entonces (aunque ya no importe) habrá sido importante. Al final somos sólo recuerdos hasta que, por fin, lo olvidamos.

Monday, September 14, 2009

Trip to the future

The human mind is a multidirectional, metaphor-building life-interpreter that travels directly form life to life. Life is an unidirectional time machine that travels directly to the future. The future is an imaginary extension of the present. The present is an imaginary extension of the past. The past is the source form which everything, as we know it, comes. It is real, because it is certain (when a lot of people agree to remember the same thing).
I took a trip to the future once, but it wasn't half as good as they put it on movies. It was imaginary, but it well could have been real, no one would believe me either way. I'll try to describe what I saw in the future, although I must say that it wasn't promising nor vivid, as I could only see the ideas that will be wandering among human minds.
Powerful people will struggle for power, curious people will struggle for answers, wealthy people will struggle for money, and needy people will struggle for life. The rest—those whose power is not enough to be called powerful, whose curiosity is not enough to be called curious, whose money is not enough to be called wealthy, and whose hunger is not enough to be called needy—will go on with their lives without any considerable struggle, taking the free ticket life has given them for a certain trip to the future.
A trip to the future is pretty much like a trip to the past: it's all about placing your mind in a nonexistent place, far, far way from where your body is (to a place where it once was, to a place where it will probably be).
I think that space-time is a closed loop surrounded by a spiral-shaped history. So, if you were to take a real, infinite trip to the past (or to the future), you would pass by the imaginary spot we call present an infinite number of times. The same happens with an imaginary, infinite trip to the future (or to the past): if you spend your life trying to figure out what will happen in the future and/or remembering how great or awful the past was, you will pass by the imaginary spot we call present an infinite number of times.

Wednesday, September 9, 2009

¿Actor o espectador?

Podrían ser dos relojes —perfectos, claro— sintonizados y marchando al mismo tiempo, pero de manera independiente; uno adentro y el otro afuera: la acción sería una ilusión producto del paralelismo. Podría ser un solo reloj —adentro o afuera— que aprendiera a imprimir su huella en el mundo real —adentro o afuera—: decir que la mente, la cultura y sus respectivos relojes existen de manera interdependiente.
A menudo me pregunto si soy el actor o el espectador de mi propia vida.
A la expectativa: encerrado en una burbuja, adentro de no sé dónde, viendo, sin poder hacer nada, lo que creo que hago (pero sin hacerlo).
Actuando: encerrando lo que veo adentro de no sé qué burbujas, haciendo todo lo que puedo ver.
Porque, cuando la realidad más práctica es actuar, resulta tentador observar y especular. Y aun si no se puede decidir, aun si todo lo que pasa afuera es una ilusión y decides —sin poder— creer que todo está escrito, siempre queda la posibilidad de interpretar, como actor, lo que algún guionista escribió para ti.
Al final, lo único cierto es que los dos relojes, independientes o no, seguirán caminando hasta el final de nosotros (y quizás después todavía).

Sunday, September 6, 2009

Good and evil

This world is full of them. According to our own personal standards, we can determine whether someone or something is good. The truth is that there are not absolute truths; good and evil are the two sides of a spherical coin. They are labels used to express personal criteria of satisfaction produced by environmental outcomes.
All right, then. If good and evil are as versatile as I want to take them, let me do what's best for myself, no matter how evil it may result for everyone else. For some, that's the way things should work, but not for everybody. In the absence of absolute truths, this world ends up being ruled by absolute agreements (as relative as personal long-term decision-making processes), also called conventions. Good is what's best for most of the people we interact with, evil is what's worst for them.
Good, better, best, bad, worse, worst, and evil are just ideals. The main property about an ideal is that it can bear no direct relationship with the real world—the one made possible through social interaction. Thus, social interaction ideals are unachievable, because the more worlds interacting—any living being, in the most pragmatic sense, is a world on its own—at any given time, the more noise needs to be added to the equation, and the more distant and ideal the actual result becomes.
When something is good, it can always be better, that's the core of the philosophical idea of progress. There's nothing in this world that can't be improved, there's no finish line. That's why things never get better enough: once they improve, a new improvement can be done, and, therefore, has to be done, and so forth.
The mistake, human's unavoidable error, lays on their ambition for absolute, pure knowledge and perfection. There is no such thing. There are no pure evil humans, and there are no pure good humans either. Except for the choice capability, there's no inherence in human behavior. There are only different ways to learn how to suffer and how to enjoy, and how to make others suffer and how to make them enjoy. No matter what your intentions are, society will judge you for the goodness or the evilness of your results.
Good and evil, this world is full of them. Some think that we live in the best of all possible worlds, and some others believe that the world we live in is completely improvable; I think that we live in the only possible world: a random, chaotic palace—improvable and arrangeable, nevertheless. But no, it won't get any better than this—not better enough, at least.

Thursday, September 3, 2009

Primera persona

Soy la primera persona que conocí, por eso soy único, como tú, lector. Para mí es difícil hablar en primera persona (uno aprende a hablar en general, aunque se refiera a lo que te pasa, a lo que les pasa, a lo que nos pasa).
No fue al verme en un espejo ni al escuchar mi propia voz, fue cuando me dijeron «estás ahí» que me conocí y que me identifiqué como una persona, como la primera persona que conocí (ya después sólo me reconocí). Resulta paradójico entonces: sabía —tenía que saber de algún modo— que quien me lo decía era otra persona, que ese alguien más era alguien más como yo. Fue empatía.
Sólo a mí me gusta analizar y especificar tanto; sin embargo, como a todos, también me gusta generalizar. Me he dado cuenta del peligro de las generalizaciones y de las particularizaciones absolutas. Cuando antes decía «todos», ahora digo «muchos»; cuando antes decía «ninguno» o «nadie», ahora digo «sólo a mí», aunque siempre (o algunas veces) pueda estar mintiendo —sin saberlo—. Uno aprende, uno empieza a aprender, uno va aprendiendo, uno nunca deja de aprender, y creo que a muchos más, no sólo a uno, les pasa.
Cuando generalizo me resulta difícil pensar en los que no caben dentro de la generalización. Cuando sólo pienso en mí, me resulta difícil pensar que pueda haber alguien más como yo, pero creo que es algo bastante común; egocentrismo, su perspectiva nociva; individuación, su perspectiva colectiva, la que permite socializar.
Decir que todos piensan en mí es tan cierto como decir que yo pienso en todos. Ni todos me conocen a mí ni yo conozco a todos —qué bueno—. Aun si todos me conocieran, aun si yo conociera a todos, es un pensamiento lastimero creer que mi huella será permanente en su memoria, o que la suya lo será en la mía. No tengo capacidad para almacenar tanta información sobre el mundo, de manera que la almaceno en la categoría general de todos.
No soy tan importante ni tan extenso ni tan multipersonal como para tener mi propia categoría universal, así que me conformo con mi propia capacidad para almacenarme a mí mismo, que desde la nociva perspectiva del egocentrismo, ya es bastante.
Nadie como yo se parece tanto a los demás.

Monday, August 31, 2009

It ends tonight

"It ends tonight," said Neo with confidence. It did end, because it was up to him. When reaching a finish line depends solely on you, you can say with confidence "it ends tonight," even as a metaphor, if you will.
It's easy to say it, but even when the end and the night and you come closer, there's still a decision to be made, there's still an end to be determined. Not everybody is capable of setting a realistic goal.
When reaching a finish line depends not solely on you, you can ask the world if it will really end tonight: the world will probably say "no." Give it a second thought, why should you ask the world about the realness of your goals? Why should anyone determine your ends? Why shouldn't it end tonight, a rainy night, if you have the strength?
It will end tonight, as I say it, as you read it, because of the confidence caused by the things we can start when we learn how to finish.

La definición de locura

El descenso tiene forma de espiral, de acuerdo con los que dicen que lo han visto. También el ascenso lo tiene. El camino de salida es infinito y conmovedor, el camino de entrada es infinito y atroz, si acaso alguno de los dos existe.
No sólo se trata de no hacer lo que muchos, muchos hacen, se trata también de hacer lo que nadie se atreve a hacer y que, además, para los demás, no sirve de nada. Es flexibilidad peligrosa, pero también es intolerancia; encontrarle generalidades a las desarticulaciones de quienes tienen suficiente valor para no aceptar que les digan qué hacer.
No hay espacio para los valores universales, muchas veces; la ética es una estatua imaginaria, muchas veces; el orden es un ejemplo irrelevante, muchas veces. Saber diferente —de sabor y de conocimiento—, ya sea desde adentro (demasiada consciencia, demasiada introspección) o desde afuera (demasiada comparación, demasiada estructura). Y todo parte de un juicio. ¿Cómo se ponen de acuerdo? No sé cómo, pero lo hacen. Al azar, probablemente, a lo loco.
Queremos un mundo ordenado que llegue naturalmente a sus últimos días. Si ya para muchos lo que es producto de los seres humanos es artificial, lo que es producto de la locura lo es todavía más, es el extremo de lo artificial que pierde casi cualquier utilidad; pero cuando lo artificial se repite demasiado se vuelve natural: naturalmente, no se repite tanto como para ser natural. Hay gente en sintonía con diferentes frecuencias; la de ellos es la más despreciable, salvo contadas y geniales excepciones (y aun así, puede que se aprecie la capacidad más que la convivencia, de menos la prolongada).
Se trata de una definición marginal, ajena, pero que todos entienden y utilizan con maestría. La gente loca está tan loca como su sociedad quiera catalogarlo, de ahí viene la definición, que nunca será satisfactoria, pero es que había que llamarle de alguna forma.

Sunday, August 30, 2009

Comfort zone

Don't you move, reader. Now that you are trapped here, reading this, I kindly ask you not to move. You're about to enter to a comfort zone. As soon as you leave, you will be able to find your own and to find out that even if you try to leave it, you will be leaving it in favor of a better one.
Hedonism is its name, but it is only used as a label; it's true nature is human's free will (if it's your decision to believe in it). When the things we do to get satisfied start happening a lot, it is because of the habit of comfort (one of those few habits we come to the world equipped with). But then there's the decision between remaining biological or getting more human (in the social, metaphorical way): satisfaction as the immediate tool that serves the purpose of destroying future goals, or as the unachievable ideal that builds facts with the material dreams are made of.
Human behavior has two ends that form an eternal spiral. The biological end keeps us alive, the social end makes us want to be alive.
These two ends meet when we leave a comfort zone. Why would someone want to leave the place she is best fitted to? Because the social human finds himself in an eternal quest for making the best better, because the biological human is an ever consuming machine, and because the social and the biological human are the same human, so they apply biological rules to their society and social rules to their biology.
The most important thing about leaving a comfort zone is not the finding of a new one, but the tension brought about by the change, and the activation thus produced.
Sit down, get up, do stuff you usually don't do; be satisfied with what you do, but do never feel permanently comfortable, because you'll soon start feeling tense.

(...)

Do move now, reader. Leave your comfort zone.

Wednesday, August 26, 2009

Sobre el miedo a las alturas

Dejé de subir, pues. Sé que hay quienes no dejan de subir. Tal vez no miren nunca hacia abajo.
Sucede que, cuando se da cuenta de lo alto que está (sin saber siquiera cuántos escalones ha subido) se le ocurre la escandalosa idea de voltear para abajo. Mala, absurda y escandalosa idea. Mala: se asusta, le da miedo no saber cómo bajar. Absurda: si ya ha subido tanto, si ya está solo hasta arriba, dependiendo de sí, ¿qué necesidad de ver hacia abajo?, ¿qué necesidad hay ahora de recordar? Se imagina que el miedo a subir es, en realidad, miedo a caer. Escandalosa: todo se ve muy pequeño, lejano, casi ajeno; "y yo aquí arriba", piensa, "qué escandalo". Pero es él quien resulta lejano, casi ajeno. Asustado, ceñido a un recuerdo, piensa en un futuro escandaloso.
Yo, alejado, soñando en tercera persona una realidad de primera, miré hacia abajo. Yo, en primera persona, viviendo, al recordar, una realidad ajena, tuve miedo.
Después, cuando desperté, me di cuenta de que todo estaba empezando. Si las cosas terminan es para darle lugar a las cosas que empiezan. Todo estaba bien, como siempre; porque hasta cuando lo más extraño sucede, no hay más remedio que decir: "todo está bien".
Cerré los ojos, viendo hacia abajo de inicio esta vez. Fue entonces cuando comencé a subir.

Friday, August 21, 2009

Fallen hero

Social problems are soluble among people: the more people around a common problem, the less responsibility each one has to take. There where a social problem can be found, only a hero can undo the dissolution and manage the resulting concentrate.
Some people like heroes because they free them from being responsible. Heroes can handle all the responsibility, heroes let people fail, heroes' true heroism is the psychological relief they bestow on people's incongruity.
It wouldn't be easy when he touched the ground. He wouldn't brake anything more than all his followers' dreams and hopes. His were already broken.
It wasn't easy to be a hero, he knew. All that responsibility, all the compromises, all the pressure. One single mistake and everybody would forget all his achievements, he knew. But he wasn't born with the need to achieve, he wasn't even the one to realize what he was capable of. It was they who made him believe that he could make them believe. He just wanted to forget about himself, he couldn't believe in them anymore. One single flaw, that's all it takes for a hero to fall.
A mistake, a voluntary flaw followed by a thousand more. He did it on purpose, that's what made it all worse. A hero can only stand up once he knows how the floor tastes. He wanted to taste the floor, he wanted to fall, he wanted to be more like them, but he had no hero to handle his own broken congruity.
He fell. He wasn't supposed to, but he did. Only a few would, long after the tragedy happened, keep his glorious times on their memories; most would forget him quickly, and some would hate him forever. That's what heroes are for, because some people feel relieved when they have someone to hate, when they have someone to forget, or when they have someone's glorious times to keep in their memories.
He wondered whether the future was an invention or a traced path. It didn't matter. He would wait for the appropriate time to raise, if that path was to be walked, if that future was to be invented. The only way to raise, he knew, was to fall, so he did.

Thursday, August 20, 2009

Creyó que sabía

Ya sabía qué resultado arrojarían los dados, pero igual los lanzó. "No es el resultado", pensó, "es el momento durante el que viajan en el aire". En el aire, sin embargo, durante el vuelo que tomó su imaginación percutiéndole las creencias —perdón, las sabidurías—, cambió de parecer.
Hizo como que no sabía, hizo como que nunca supo, y no supo —perdón, no creyó— lo que pasó cuando los dados dejaron de rodar.
Ya sabía qué resultado arrojarían los dados, pues cuando alguien cree con demasiada firmeza en algo, es lo mismo que decir que lo sabe, aunque no lo sepa. Cuando, al final, los dados no arrojaron lo que —ahora sí— creyó que arrojarían, se dio cuenta del error. Fue sólo cuando dejaron de rodar que dejó de creer, fue sólo entonces cuando supo.
Después los volvió a lanzar y, aunque ya no supo, "nunca dejó de creer". Fue una historia de éxito, ya sabía.
La historia me la contó mucho después de haber jugado, por lo que no puedo estar seguro de que me haya dicho la verdad. Ocurre siempre que la suerte se platica después de que ocurre. Aquellos que la piensan o, ya en el colmo de la osadía, la dicen antes de que suceda, están, en realidad, tirando demasiados dados.
Es una fuerza extraña la que hace que generalmente las historias de éxito se cuenten en primera persona y las de fracaso, en tercera.

Sunday, August 16, 2009

Bubble skin

A skin delimits insides and outsides, and sets a reference point for something to be distinguished form everything else. The world we live in has a skin—a bubble skin—made of gas. But it isn't what it's made of what matters, not even what it does (it enables our living); what matters the most about our world's bubble skin is its meaning.
It gives life a meaning. Not life as a biological phenomenon, but life as a metaphor of movement and will. What is alive, after all? Something moving at its own will, in an independent fashion. But, is there really something that depends only on its own? Although there might be several degrees of freedom, I think nothing can absolutely depend on its own, I think that everything we know depends on interaction.
It would be a nonsensical argument to say that our world is outside and our universe—everything but our world—is inside; a small, perhaps insignificant, outside, and a big, perhaps infinite, inside. It makes sense, nevertheless, to say that we can enter the universe if we get through our bubble skin, that the skin of our universe as we know it is our bubble skin. It would also make sense to say that we could enter the real world if we could only get through our human skin, but we can't, so it doesn't make sense.
We can't, then, get outside our skin—not as a complete, willing being, anyway. Still, some things inside us whose will, even if unknown, may exist, are able to travel inside and outside the human skin. Those things make possible for different worlds to interact; after all, everything in this universe with a skin (maybe this universe itself) is a world on its own.
Life is an spectacular phenomenon that happens among an infinite number of scales. In the same sense that sounds, actions, odors, and the like travel form one human to another to make social interaction possible; we, as humans, are looking for our world to interact with other worlds inside this big, perhaps infinite, universe.
And so it happens that our cells, through their bubble skin, make life possible. And so it happens that humans, through their human skin, give life a meaning. And so it happens that our world, through its bubble skin, makes it possible for life to be a meaningful metaphor.

Wednesday, August 12, 2009

El tren nunca llegará a la meta

El tren nunca llegará a la meta porque no tiene ninguna. Es un ejercicio, nada más. Regalo a quien lea lo que pasa justo ahora, lo que ya no pasará, lo que mientras lea, habrá ocurrido desde el interior de mi cráneo hasta la pantalla de una computadora en Madrid, si tengo la suerte de que algún lector de allá lea algo de lo que escribo con estos dedos sucios de salchichas con catsup y salsa. Las digresiones, ésas son las que más ocurren, pues permiten pensar en otra cosa mientras otra cosa piensa en nosotros; en nosotros (pues a veces me concibo como muchos adentro de una sola cabeza) pensaba cuando se me ocurrió, iba a bordo de un camión, pero bien pudo haber sido un tren. Es un ejercicio, es un tren —pero en realidad fue un camión— el que sale de mis manos, de mis dedos grasientos, de mis brazos cansados, de todos esos asientos (los que vi mientras pensaba en un tren de pensamiento al viajar en algo que se mueve, como un tren, como un camión, como cualquier cosa que no vaya muy lento).
El tren del pensamiento puede dejarse flotar, y aunque esto ponga en riesgo la integridad pensamental de un querido lector, pone en felicidad la capacidad de observar cómo las palabras se forman sin exigir nada, ni siquiera una mínima corrección que les diga: "hey, palabras, ¿a dónde van con tanta prisa?". La prisa la lleva el lector, si alguien es un lector de unas palabras —como éstas—, pero bien puede ser el caso que sólo se trate de un tren, de un tren sin meta, de unos dedos que ya mancharon las teclas. Todo por una idea, gestada en un camión, que bien pudo haber sido un tren, que no se detiene, que cada vez va más rápido, como ahora. El tren sigue, sin meta, el lector se cansa (es por ahora cuando dice: "¿a dónde va todo esto?" y es ahora cuando le contesto: "a ninguna parte, a donde quieras llegar").

Monday, August 10, 2009

Everyone else

We're all human, after all; we're social animals that give our lives meaning mostly through social interaction. What people do, how and why they do it. A natural trend keeps us alert about what happens to others—to important, interesting others, at least. The better we can describe someone's behavior, the better we know that someone (even if we spend hundreds of hours reading magazines containing details about famous people's life to achieve such a goal). But not everybody has the same interests; importance parameters, then, are as variable as the type of eyebrows among humans.
Some keep a close eye on what happens to everyone but themselves. What everyone else is doing, that's what matters. "That's so like him," she once said confidently, and then she kept on explaining detailed aspects of his ways. When I asked her if she was a close friend of him, she confessed that she knew him from a course they had taken together six months ago, and that they usually didn't meet more than once a month. Can you know that much about someone you have seen about six times in your life? Either she had an astounding capability of knowing people thoroughly in a very short time, or she was an everyone elser—those who fill in the blanks about every single unknown behavioral feature as soon as they know someone new.
After I knew her (I must have talked with her no more than three times in my life), I started wondering about the way we can gain confidence talking about everyone else when we lack confidence in ourselves, about the way we can be overconfident and talk to everyone else only about ourselves, and about the way we can get to know ourselves confidently when we're able to listen to what everyone else says.
Now I talk about her, as if I had got to know her well. Maybe everyone elsers are actually extrovert insiders—those able to describe, whether by choice or by accident, their own ways. Perhaps most features—physical or psychological—to which we put so much attention when we interact with people, are those which we, to some extent, can find in ourselves. Not everything we see in everyone else, nevertheless, has to do with us; not everything we hear from them, smell in them, feel or think about them is us.
At the end of the day, everyone else will continue doing what they want to, whether I (we, you) like it or not. We (you, I), then, can do whatever we want to, sometimes they'll like it and sometimes they won't, but you (I, we) shouldn't care that much. Let's do our stuff, neither I, you, nor we are them—I am me, we are we, and you are you. What do you do? How and why do you do it? Everyone else is outside, but remember: you are too.

Friday, July 31, 2009

Del fin de la creatividad

Si la creatividad tiene un fin —pues lo tiene—, ¿por qué se acaba?
Si, por accidente, alguien escribiera el Quijote de Cervantes sin conocerlo, sin haberlo leído nunca, ¿tendría algún mérito creativo?
Uno de los aspectos fundamentales de la creatividad, tal y como es entendida socialmente, radica en la originalidad de sus productos, en su novedad; radica, sobre todo, en su aparente espontaneidad. Pero el fin de la creatividad no sólo reside en la originalidad; consiste también en la utilidad, consiste también en la belleza. Nada más humano, podríamos pensar, que la originalidad, que la utilidad y que la belleza de la creatividad.
En 1969, Karen Pryor llevó a cabo un experimento que puede resultar un poco agresivo para la noción de creatividad que he intentado esbozar. ¿Por qué agresivo? Porque la creatividad no se entrena, ¿o sí? Porque la creatividad es humana, ¿o no? Pryor entrenó la creatividad de dos delfines en un parque acuático.
¿Qué puede producir un delfín que valga la pena? ¿Puede decirse que un animal «sin cultura» posea creatividad? Las definiciones operacionales resultan atractivas para la mayoría de los científicos porque hacen a un lado las interpretaciones no cuantificables y poco precisas por su inobservabilidad. Así, una definición operacional es aquella que, con absoluta precisión discursiva, delimita las propiedades de un término únicamente en función de cualidades directamente asequibles para cualquiera de los sentidos humanos y, además, fácilmente cuantificables. Una definición operacional es, pues, precisar un término en función de una propiedad específica del ambiente que ha de cambiar para poder decir que eso que se está definiendo ha ocurrido.
Karen Pryor, en una tradición conductista, definió la creatividad operacionalmente basada en el principio de novedad. Llamó «creativa» a cualquier conducta para la cual ninguno de los dos delfines que participaron en su experimento hubieran sido entrenados previamente y que, además, no hubieran mostrado nunca antes. El principio básico del conductismo sostiene, en términos generales, que todo lo que hacemos voluntariamente lo aprendemos y, también, que las cosas que aprendemos las seguimos haciendo por sus consecuencias positivas. Pryor les dio pescado a sus delfines por hacer cosas (acrobacias temerarias, nados espectaculares, saltos indecibles) que no hubieran hecho antes. Lo logró. Dentro de los límites que ofrece una definición operacional, Karen Pryor consiguió entrenar y consolidar más de 15 conductas novedosas en sus delfines-artistas; la delfina y el delfín (pues uno era un macho algo tímido, y la otra una hembra extrovertida, en palabras de la propia autora) sólo querían pescado.
Los delfines aprendieron el principio básico que la investigadora les quería enseñar: ejecutar, por iniciativa propia, conductas novedosas que pudieran distinguirse claramente del repertorio conductual del animal, para después, con suficiente entrenamiento, integrarlas a dicho repertorio. Una vez que terminó la investigación, los delfines fueron capaces de mostrar durante sus espectáculos, en respuesta a señales específicas, algunas de las conductas creativas que aprendieron en los entrenamientos.
Si la creatividad se acaba —pues se acaba—, ¿cuál es su fin? Recordar lo que hacía cuando existía; utilizar lo que daba y ya no da, pero que todavía funciona; dar utilidad a la belleza, observar la belleza de la inutilidad; darle de comer a un delfín para saborear la estética de sus acrobacias.
Creatividad, de crear; pero no sólo de crear, sino de crear algo nuevo; pero no sólo de crear algo nuevo, sino de crear algo nuevo con algún sentido práctico o con algún sentido estético. «O por lo menos algo que dé qué comer», dirían los delfines de Pryor, si hablaran —y muchos humanos creativos también, pero no lo dicen—.

Dream of success

There's a misunderstood idea related with the value of people, money, and success. No matter where, how, or why someone is born, each individual arrives to this planet with an inherent value as a human being. That value, if it were necessary to put a number on it, is worth one for everyone, for as long as they live. It is people's opinion turned into judgments what gives the illusion that some are worth more or less than others.
When money was first invented, its main purpose was to facilitate the exchange of some basic goods, and to represent, in a symbolic fashion, how much material things were worth.
One of the main purposes of labeling nature with numbers was to permit its accurate measurement (nothing else than a comparison between things that have been given arbitrary units). As the reflection of the human urge to put numbers on things, today money has become an illusory measurement of success, for it is possible to compare how much people are worth based on how much they have.
Success is all about having big dreams, setting high goals, and having the strength to pursue both. It is true that there are some social conceptions of success, but the fact that we are social animals and, as such, behave according to social standards, doesn't mean that our individuality should merge fully with our society. It is fundamental, in the first place, to learn how to coexist with oneself. In the end, we are the only individual with whom we spend our entire life. Success, then, can neither be measured nor change how much someone is worth; it is a subjective experience. That's why, once achieved, success never becomes void, since most of what we are and what we do is just as piece of time stored in a memory.
Successful people are successful not only because they know how to dream or because they achieve big self-set goals, but also because they know how and where to stop. Big dreams can suffice if we are strong enough to keep on dreaming even if a particular dream is never achieved; to keep on awaking without letting frustration ruin the bigger picture; to keep on with life as if it were just a dream—a random, entertaining dream of success.

Wednesday, July 29, 2009

La transmisión de un sentimiento

Hace no mucho creí que podía transmitir lo que pasaba adentro de mi cabeza. Estaba seguro de lo que pensaba, pensaba que podía transmitir lo que sentía, sentía algo que nunca había sentido: una luz, por decir lo menos. La luz me dijo que podía transmitir exactamente lo que me pasaba por dentro, hacer que a alguien más le pasara; pensé que alguien más lo sentiría. Y así me fui, en círculos (y yo que creí que eran espirales), pero pasó. No pasó de persona, no pasó de ahí y, ahora que pasó, me pregunto si es posible transmitir un sentimiento. Hay sentimientos —que son emociones en proceso de interpretación— que no se pueden transmitir. Nunca había sentido eso que sentí —si acaso fue un sentimiento—, y por eso creí que podía transmitirlo, transmitírselo a quien lo leyera, por eso lo escribí. Escribí algo que, pensé, permitiría de inmediato a quien lo leyera sentir lo mismo. Ahora que vuelvo a leerlo me doy cuenta que quise compartir demasiado; creo que jamás lo volveré a sentir.
Hay cosas que son personales y de un sólo momento. Las emociones, aun las que se repiten, son personales. Los sentimientos, antes de llegar a ser emociones, son de un solo momento —aunque éste se extienda en el tiempo indefinidamente— y no se pueden compartir, ni siquiera con uno mismo (con el «uno mismo» del futuro, ése que sólo puede recordar, ése al que ya no le toca vivirlas, pues está por vivir cosas diferentes).
Los seres humanos somos seres empáticos, encerrados en un mundo interno que, creo, todos los demás seres humanos comparten. Sé que nunca podré saber esto empíricamente (mientras siga habitando mi propio cuerpo), pero, a juzgar por lo que veo que los demás hacen cuando dicen sentir una emoción, creo que todos nos parecemos, cada quien de manera diferente.
Ahora, mientras creo que no es posible transmitir un sentimiento, lo sigo intentando, sólo por la emoción que me produce. Creí que podía, ahora ya casi ni puedo creer; ahora sé, mientras escribo esto, que quien lo lea entenderá lo que quiera entender.

Tuesday, July 28, 2009

Playing God

When scientists do weird stuff directly or indirectly related with life, people usually say that they're "playing God." People say scientists play God because they're dealing with issues that should only occur naturally, and nature, probably, is a God domain.
Maybe there was no God before we existed. Now, if there is one (or many), and we're all his, her, or their products, it is because someone (if such pronoun can be applied to God) once decided to play God.
Let's play God, why not? Useful things—like us, maybe, if there is a God, if we're useful—may come out of that game.

Monday, July 27, 2009

Basurero nocturno

Las mejores ideas del mundo se encuentran talladas en una piedra, impresas en papel o almacenadas en forma de bits en una computadora; están grabadas en una cinta magnética de audio, en un casete de video o en un lienzo con fragmentos de óleo. Las mejores ideas son lo que son, pues, porque quien las creó fue capaz de darlas a conocer a través de cualquier forma de registro que el ser humano haya inventado. La mayoría, sin embargo, muere por la noche.
Las ideas concebidas al borde del sueño, en ese umbral tan delgado que a veces permite pensar: «estoy por comenzar a dormir», todavía de manera consciente, se guardan en el infame basurero nocturno. Es un chispazo que no dura, a veces; puede ser una llama que enciende, también; llega incluso a ser una solución perfecta, pero basta con encender la luz —si la desidia no es más fuerte— para que el basurero nocturno se lo coma todo, escupiendo, cuando hay suerte, los restos de lo que parecía ser grandioso.
En muchas ocasiones —cuando la desidia es más fuerte— el basurero nocturno es implacable. ¿Cuántas ideas no se habrá comido sin dejar rastro alguno?
Existe, de cualquier manera, una solución, al menos parcial. Consiste en esconder la mente por la noche; consiste en pedirle al tiempo (al de la cabeza) que pase más lento, y consiste, por último, en tener a mano una forma de registro poco estorbosa (un lápiz y un papel, una grabadora de voz). La mente se esconde pensando en el acontecimiento más irrelevante del día, el tiempo que pasa lento lo hace horriblemente aburrido y, paradójicamente, conduce de manera más rápida al umbral en el que el basurero nocturno abre sus puertas. La mente escondida saldrá y la desidia, debilitada ya por la planeación, no impedirá registrar lo que, al día siguiente, resultará ser un enorme sinsentido.
El basurero nocturno guarda basura, es lo que pasa.

Friday, July 17, 2009

What's in a moment

Have you ever watched a live soccer game on TV? Have you ever watched a soccer game replay, even without knowing what the final result was? The difference between the feeling produced by the live game and the feeling produced by the replay is the exact feeling that makes the reflection about an instant possible: the world, as we know it, happens in the past, although we live it in the present.
I started wondering about an instant's content. An instant is something that doesn't last long, that's for sure. But, when you come to think of it, very few things do, and, when they do, we usually lose interest in them. It is as if humans were programmed to be attracted by newness. Is there a universal standard for an instant's duration? If there is one, then it must have been set according to human perception capabilities. But, even if there's a psychological standard—how often does the working memory buffer refreshes, for instance—a more significant standard should have to do with an instant's importance (determined by its content's newness).
So the matter in question, then, isn't how many frames per second a human being can "capture," but why, within those biological boundaries (if there are any), some instants are captured and some others are discarded. I think that the most fundamental property of an instant is the time when it happens, its temporal context. When an instant's content becomes too relevant, that instant turns into a moment. Only then, a moment can last several instants. "One of the best moments in my life," for example, is a phrase that may contain various instants, each of which has a meaning of its own, but only because of a bigger importance frame: a moment.
A moment, nevertheless, refers not only to an important instant, it can also allude to the time comprehended between the present (now, as you read it) and a future, significant event. "It will come in just a moment," for example, is a phrase that tells how far in time we are form a desired (or at least important) future.
An instant, then, is an arbitrary unit that measures the minimum amount of time we can access. A moment, on the other hand, can either be an arbitrary unit to fragment the continuum of life into significant events, or an arbitrary sign to generate expectations and turn on the mental recorder.
Often, we have to wait just a moment for an important moment to come. Sometimes, however, that moment never comes. So, what's in a moment? An instant? A meaning? Let's wait and see, only time will tell.

Wednesday, July 15, 2009

Suerte

La idea de un mundo perfectamente ordenado, regido por la causalidad y en donde todos los eventos tienen una explicación lógica, no da lugar para pensar en la suerte —el pensamiento mismo, si bien no es exactamente una ilusión, es producto de cosas que ocurrieron hace miles de millones de años (¡qué horror!, a mí que me gusta pensar, por ahora, que lo que pienso lo pienso en el presente)—. La idea de un mundo perfectamente azaroso, en donde ningún evento guarda relación con ningún otro y en donde la idea de orden es una ilusión producida por no sé que choque aleatorio que ocurre dentro de la cabeza (si existe), no da lugar para pensar en la mala suerte, pues las ideas de lo "bueno" y lo "malo" necesitan estándares y, por pura suerte, los estándares no existen sin orden.
Pero en los extremos —cualquier curva normal que no esté sesgada me impedirá mentir— sólo habitan las minorías. La mayor cantidad de realidad, creo, habita en medio. Ahí podemos encontrar cabida tanto para el mundo ordenado como para el mundo azaroso.
¿Qué hay, sin embargo, del papel de los seres humanos en este mundo ordenado por el azar del bien (el azar del mal nos tendría sometidos a las temerosas hormigas)? Pues resulta que, haciendo el mundo un poco de lado y enfocándonos únicamente en los humanos, también hay dos extremos: (1) todo lo que hacemos, pensamos y sentimos tiene causas específicas, ajenas a nosotros; o bien (2) todo lo que hacemos, pensamos y sentimos depende de nuestra libre voluntad, que no tiene explicaciones más allá de las que su agente quiera dar.
La diferencia fundamental —que termina disolviéndose— entre los dos extremos para entender el mundo y lo que le pasa, y los dos extremos para explicarnos a nosotros qué nos pasa, está en el azar de la libre voluntad. Por un lado, tanto lo que le pasa al mundo que no somos nosotros como al que sí, puede explicarse por causas naturales; por otro lado, lo que pasa en el mundo de afuera puede ser el producto de eventos fortuitos, impredecibles e inexplicables, y lo que pasa en el de adentro (el mío, el tuyo) puede ser el producto de eventos planeados, predecibles y explicables sólo por quien los lleve a cabo. Al dividir uno entre seis mil millones (la voluntad propia entre el número aproximado de personas en el planeta) podríamos casi afirmar que la libre voluntad es prácticamente tan aleatoria como el azar del mundo exterior.
La verdad es que, desde una perspectiva lógica, es mucho más fácil inclinarse a pensar que todo tiene un orden y, por lo tanto, una explicación causal (incluso nuestra propia conducta). Pero también es verdad que, desde una perspectiva emocional, es mucho más fácil inclinarse a pensar que lo que hacemos depende de nosotros mismos (y que el mundo puede hacer lo que quiera, también).
En el mundo más real que alcanzo a imaginar hay efectos que resuenan como el eco de causas antiquísimas, pero también hay eventos fortuitos que nunca nadie previó. Es precisamente este mundo el que permite hablar de la suerte (o del azar, o de los eventos aleatorios) y contextualizarla, de acuerdo con sus efectos, como buena o mala. Pero si alguien decide habitar el mundo de en medio tendrá que aceptar que algunas de las cosas que pasan afuera tienen causas naturales y algunas otras no tanto, y que algunas de las cosas que pasan adentro tienen causas naturales y algunas otras son pura voluntad. Es necesario, sin embargo, antes de empezar a habitar este mundo, decidir qué tanto de lo que nos pasa es ajeno a nosotros y qué tanto es producto de nuestra voluntad (que será, si queremos, aleatoria para el resto del mundo).
La voluntad del mundo en el que vivimos se llama azar; la nuestra, cuando existe, se llama congruencia. Por suerte, buena o mala, lo que hacemos nosotros no depende de ninguna otra suerte que la nuestra, que es voluntaria.

Thursday, July 9, 2009

Obsessive mind

It happens more often than people would think it does—the clock that doesn't stop ticking, the bill that hasn't been paid, bacteria that needs to be washed off from the hands, eyes blinking, everyday breathing made conscious, the cleanest room on earth, or a door lock checked one hundred times.
Inside, knocking at the head's door, there's an obsessive thought. You can open, but it won't come out. You can try to enclose it in a distant place, but it won't stop bothering. The obsessive thought's favorite activity is to knock and bother. It usually has no purpose. "Why is it knocking so much?" we may ask. "What does it want?" It only wants to bother, that's what obsessive thoughts do better.
Some obsessive people have this obsessive, worrying thought about them being the most obsessive beings on earth; some others are just too worried about something else. Because obsession is mainly related with worrying about irrelevant details made present by society and absorbed by an obsessive mind.
The obsessive mind is the machinery that makes possible for any thought to become an obsession. Obsessive thoughts, however, can be given a use; it's just a matter of selecting the proper obsessions. The obsessive idea of doing something useful; the obsessive idea of pursuing realistic goals; the obsessive idea of being the tidiest person on earth when it comes to discriminate between useful and useless actions, between realistic and unrealistic worlds.
The worst way to stop thoughts is to repress them. Anyone ever trying to repress an obsessive thought will find himself in a lot of trouble, as the thought will come back angry, knocking stronger—that's exactly how obsessions grow. So, instead of repressing thoughts, one can simply try replacing them. The new thought might become an obsession as well, but that's exactly when one can choose a useful obsession.
I had this obsessive thought I started feeding a while ago about my being capable of getting rid of all my obsessions. Unfortunately, obvious as it sounds, it ended up getting rid of itself.

Wednesday, July 8, 2009

Sobre el enamoramiento

[Dibujo: ermana, 2009]

Sin éxito, sin entender en realidad, intenté observando desde afuera. Sin entender todavía, intentando en realidad, volví a observar (por dentro).
Las personas se alejan, pierden peso, se vuelven cosas. Las cosas dejan de existir, se vuelven ajenas, pierden importancia. La boca del estómago absorbe el peso, lo transforma en ansiedad amorosa, en necesidad de estar con ella, siempre, todo el tiempo (mientras dura).
Su mirada se vuelve transparente, ¿la mía tendrá algún color? Su mirada transparente me dice que mi mirada tiene su color favorito. No conozco su color favorito, tampoco sé cómo se ve mi mirada desde sus ojos, pero también es transparente (un color sutil).
Su piel se vuelve suave, su tacto se vuelve piel; mi piel se hace suya, mi tacto se hace su piel. Mi tacto sobre su piel, su mirada sobre mi transparencia (que permite adivinar).
Mis deseos son ella, sus deseos se hacen míos, y respiramos. Desear dejar de desear por desear tanto para desear más (si se puede).
Respiro. Respiramos juntos y deseamos seguir respirando juntos. Eso me dice su mirada transparente del color de mi color favorito (su mirada).
Un beso, un beso que se transforma en dos, que sigue siendo sólo uno, continuo, mientras ya son diez, son cien, en la forma de uno. Escucho su voz dentro de un beso, escucho mi beso en su voz. Escucho el deseo dentro de su beso, dentro de dos, dentro de más (a veces sólo dentro de uno).
El enamoramiento, diferente por dentro y por fuera. Por dentro tiene color: el color que se adivina de una mirada transparente, desde una mirada transparente. Por fuera no se entiende, no hay miradas que permitan adivinar (pero existe).
(Por dentro, mientras dura, un color sutil que permite adivinar, si se puede, su mirada. A veces sólo dentro de uno, pero existe.)





Tuesday, June 30, 2009

Monster

Wandering through the darkest night, knowing there's nothing left to do. It's impossible to see anything, but we all know there's something terrible and frightening—at least we can imagine so. It will come to an end, it always does; the sun always rises, even in the darkest nights, but the idea of a rising sun alone doesn't help much in a frightening, irrational night.
If you've ever been afraid, it is because of a monster; the world is full of them. Some of them are imaginary and some others are real, some of them small, some others big. What makes monsters frightful creatures is mainly the idea of the harm they can inflict on us. When uncertainty asks us gently to remain fixed, there's a monster waiting to see if we dare to move.
Every time someone tries to enter to any unknown field, she should know she'll face a monster. It is possible to flee or to face the monster—he won't move either way. Even so, there's a small chance to become the monster's friend, to get to know him, and to realize that, no matter how frightening his intentions or his appearance might be, monsters are reasonable creatures, as they're always human creations.
The biggest monster in this world is this world itself. If you ever face it, do whatever you feel like, it will probably eat you alive, anyway. What do people do once they're inside? Most become monsters.

Sunday, June 28, 2009

El quebranto de la voluntad

Si la fuerza de gravedad hace que las cosas caigan y, a veces, se rompan, la fuerza de voluntad hace lo propio con las ideas —cuando desaparece—. Ocurre en un instante. Un salto, un precipicio, un lugar sin retorno (como los recuerdos). Lo más importante no es el golpe posterior al salto —el contacto con el fondo del precipicio—, lo que más se disfruta es el tiempo que dura la suspensión en el aire, pues ésta no permite pensar en lo que pueda pasar después.
Sucede al tomar una decisión que disuelve una previa, que la contradice con acciones. Y es que, cuando las decisiones se trazan en un plano temporal demasiado amplio, cualquier momento de debilidad puede decirnos (más bien para justificar su injustificable presencia): "ni que vivieras tanto". La sensación, en el momento, es una de alivio; sentirse "libre" ante las ataduras autoimpuestas.
Pero, si la libertad implica una idea de autonomía e independencia, ¿es posible liberarse de uno mismo? ¿Por qué alguien habría de imponerse algo que lo mantuviera atado a sus propias debilidades? Es posible liberarse del pasado, pero solamente de manera parcial; liberarse de lo que uno era y ya no es, de lo que uno hacía y ya no hace, de lo que uno pensaba y ya no piensa; liberarse, sobre todo, de lo que uno recordaba y ya no recuerda. Las debilidades a las que nos atamos sirven para desarrollar la fuerza necesaria para cortar otras ataduras. La fuerza que desarrollamos sirve para encontrar la libertad necesaria para quebrar la voluntad.
Para quebrar algo, sin embargo, es necesario construirlo primero. El término fuerza de voluntad se refiere a una capacidad individual para mantener la congruencia, para hacer eso que supuestamente conviene más, para construir un ideal de bienestar y perseguirlo. Aun así, cualquier persona que haya sentido cómo se quiebra, el momento exacto en el que una decisión pasada se disuelve en la memoria y se justifica con cualquier idea que permita disfrutar —aunque sea temporalmente— sus restos inservibles y el tiempo que duró ("ni que vivieras tanto"), sabe que el quebranto de la voluntad es un imán que atrae.
Es imposible saber lo que ocurrirá en el futuro. Es precisamente esa incertidumbre la permite que la debilidad sea, en ocasiones, más fuerte que la voluntad. Al final de cuentas, es sólo una decisión mal tomada; siempre hay tiempo para que la voluntad se quiebre, para que la suspensión bien haya valido el dolor, para saborear la desgracia de liberarse de la propia libertad.
Ni que viviéramos tanto.

Friday, June 26, 2009

The world sketch

If we were born captive we wouldn't know what's freedom, but we wouldn't know what's captivity either. Then someone or something—whether purposively or by chance—opens the door. We find someone doing something we can't; we see something we don't have; we find ourselves in an unknown place doing things we didn't know we could do. If you, reader, were allowed to take a slight glimpse to a world unseen, would you feel free, or captive?
When things start happening for a long time, repeating over and over again, they tend to form a symmetrical pattern. It is just when the ordered balance breaks that awareness occurs.
The way I see it, it is all about interpretations and perspectives. Everybody in this world has a particular perspective, a mental world sketch, so to call it. There are several ways of giving life—which makes this world, as we know it, a possible place, and not the other way round—a meaning. Some try to understand the world, some others just invent it, but it all comes down to entertainment, to the transient suspension that lets us think outside our heads and breathe happily.
I always come up with this entertaining question when I'm trying to invent my world: do we really need to understand it? Everybody does, but no one does; we can only interpret it as it comes, adding or removing factors to the equation given to us through our senses. The truth is that, after all, whether through a scientific or through an artistic outlook, the world can only be sketched.

Tuesday, June 23, 2009

La idea

La idea que no viaja y se queda en la cabeza decide que es hora de observar los cambios que su ausencia ha producido (no sabe que la ausencia de ideas no produce ningún cambio). No es que se sienta tan importante, pero siempre le aseguraron que su presencia cambiaría el mundo.
No sabe, sin embargo, que el mundo ya ha cambiado, pues nunca se atrevió a salir. Una idea que no conoce el mundo. Una idea solitaria, pero poderosa, como muchas otras, decide quedarse guardada para un momento mejor, pero el momento nunca llega. Ahora se ha hace vieja, ahora tiene más miedo y, si bien todavía podría salir a probar suerte, hay muchas otras ideas más frescas que pueden surtir mayor efecto que ella (la idea de la comparación que molesta a todas las demás ideas).
El mundo es un lugar en constante cambio, y no siempre son las mejores ideas las que permanecen; a veces, en épocas de crisis, son sólo las ideas que se atreven a salir a probar suerte las que se quedan.
En el cementerio de ideas están las mejores ideas del mundo que nunca vieron la luz. Ahora ya no pueden arrepentirse de todo lo que pudieron hacer y no hicieron. Hay algunas que todavía no mueren, pero esperan con calma, enclaustradas, a que llegue el momento en que el mundo que no deja de cambiar cambie lo suficiente como para ya no poder salir.
Muchas ideas tienen miedo a salir, pues necesitan un hecho con el que puedan cristalizarse. Es ésa la naturaleza del proceso creativo: una idea encuentra a su hecho ideal (tan románticas, las ideas), un hecho encuentra a su idea fáctica (tan duros, los hechos), y ambos, con suerte, se cristalizan.
A la larga, el hecho con el que la idea decide cristalizarse se comporta cada vez más distante, pero la idea crece en el proceso. Con el tiempo, la idea a la que el hecho decidió cristalizar cambia, siempre en busca de algo mejor, pero el hecho también crece en el proceso.
Una idea nace y decide salir al mundo a probar suerte, que ya encontrará un hecho con el que pueda cristalizarse. Y, si no, morirá, pero de cualquier forma iba a morir encerrada, de manera que por qué no morir afuera, en el intento; por qué no salir a conocer el mundo.
La idea que no viaja y se queda en la cabeza decide que es hora de viajar de cabeza en cabeza. Sólo así sabrá si es una buena idea, sólo así sabrá qué tan difícil es el mundo que le prometieron cambiar. La verdad, ahora lo sabe, es que cualquier idea que se atreva a salir cambia el mundo, aunque sea un poquito. El cambio de lo desconocido que se vuelve conocido, como una idea que decide salir de la cabeza.
Una idea que sale, ya sin miedo. Su destino es hablarle a las ideas de los demás, aunque no las conoce. Es una buena idea.

Sunday, June 21, 2009

The shrimp bucket

I once saw a lot of shrimps swimming inside a big, artificial pond. Their destiny was to reproduce and, once their sexual peak were over, get eaten by humans. Of course they didn't know they were born inside a big, artificial pond. Of course they didn't know their destiny was to reproduce. Of course they didn't know that, once their sexual peak were over, they would get eaten by humans. Moreover, as far as science is concerned, shrimps don't know shit; they don't even know they're shrimps; they don't know where they come from and where they go. They're just shrimps; they just swim, reproduce, and get eaten, but they don't ever wonder about anything.
Only humans wonder, only humans have consciousness, and only humans are aware of the fatal destiny of shrimps. Popular science is that basic; it tells us what to believe and why to believe it, it tells us even further that people who don't care much about science are ignorant. But even the most ignorant fellows have more whys than science's becauses. That's what makes science an infinite activity: every because gives birth to lots of new whys; that's what makes them ignorant: only scientists are allowed to question science within its knowledge boundaries; that's what makes shrimps so stupid (and delicious): science is a human activity. (Have you, reader, ever realized that the more human-like behaviors an animal can do, the more "intelligent" it is?)
Are shrimps aware of humanity? Science would say "no—and stop asking metaphysical questions, please." We could have been born inside a big, artificial pond, just like shrimps. Our destiny could be to reproduce and, once our peak was over, get eaten by eternity. But we don't know eternity, just like shrimps don't know humanity.
Is there something else out there we'll never be aware of? I really don't know, as I already spent science's last metaphysical answer. The good (or bad) thing is that even if the "reality" we live in is artificial, from the point we're standing, we wouldn't be able to tell the difference between this and the natural one. We're just like shrimps—only less stupid.

Monday, June 15, 2009

La burla

Messi controla el balón con la pierna izquierda. Nadie se lo quita; no es que no quieran (lo intentan), es sólo que no pueden (lo intentan).
Cuando Messi conduce el balón se va burlando de sus rivales, de uno en uno, a veces; de dos en dos, a veces; de mil en mil, a veces.
Messi se burla porque ridiculiza la labor de sus rivales (con todo y sus espectadores). Eso es una burla: ridiculizar una labor o una acción, hacer evidente su inutilidad.
(Messi, ese Messi que se retirará cuando su habilidad se convierta en una burla para su propia memoria.)

Friday, June 12, 2009

Beyond reinforcement

Assuming the world we live in has a natural order and that we take part in that order (assuming we're natural), It might not be clear exactly why I'm writing this, but there's probably a "cause." It would be weird to say that the cause of my writing this is what will happen afterward. When trying to explain why people do what they do, feel what they feel, and think what they think, it's hard to find causes, mostly because human beings sometimes seem pretty random—specially when we talk about lots of people. We're usually told that causes happen before effects, but then we reinforce the idea that behavior can be caused by its consequences.
Natural science has to do more with useful, logical explanations than with accurate, illustrating descriptions. It's not that science doesn't care about descriptions at all, ultimately, every explanation comes from a description, but scientific behavior is all about questioning every single description nature offers us through our senses. Descriptions are always valid, while explanations become void and change, all the time, with every new discovery. The moon, for instance, will always be a beautiful, silvery circle that illuminates the sky at night. The moon, nevertheless, was once made of cheese by some god, but now it is made of hard rock by some chance. Good descriptions—unlike my moon description—last forever; great explanations are, at their best, as temporary as my own life.
Describing what people do, feel, or think isn't always easy, but it surely is easier than explaining why such things happen. As we believe that in nature ordered things have knowable causes, we give order to our existence by believing that we are natural as well, and so we—and the things that we do, feel, and think—must have knowable causes also. We see other animals, we state the causes of what they do based on their own survival, and we believe that if some environmental event helps them surviving (or makes their survival happier, in our case) the animal will repeat what led to that event. Then we need a bigger explanation and we put everything we know about human behavior (and feelings and thoughts) inside the brain. But the brain isn't the end of the story. Sometimes random stuff happens in the environment and we do, feel, or think random stuff, believing that our insides have some connection with the things that happen outside.
When it comes to psychological science, it goes far beyond that; far beyond behavioral consequences and causes, far beyond behavior itself. It goes far beyond the brain, far beyond the social environment through which we can know other people's brain and imagine, through a mirror, that we have one of our own. It has to do more with scientists' behavior, with their lives, with their problems, with their solutions, with their ability to make people believe. They talk about their lifetime experience in a theoretical fashion so everything that has ever happened to them can be used to explain everything that will ever happen to everyone, but it hardly does.
We'll find more causes in places where we haven't searched yet, and we'll behave, feel, and think accordingly. But only descriptions will remain effective; descriptions of a rat pressing a lever, of a monkey "learning to speak" through a human invention (that makes our survival happier), descriptions of the brain, descriptions of how great we are. I can't quite explain it yet—and probably never will—, but descriptions about us, about what we do, what we think, or how we feel, are the only thing that reinforce our explanations—even before they happen.

Wednesday, June 10, 2009

Sólo solo


Sólo solo me permito pensar en lo que pienso, de otra forma sólo lo veo. Me gusta hablar de lo que creo que le pasa a mucha gente, pero sólo solo me creo; sé que lo hacen, cada quien por su cuenta; nunca les pregunto, sólo me lo quedo.
Tengo que ver a los demás y decir: "a todos les pasa eso", "a todos les pasa aquello", "algunos piensan así", "muchos dicen esto"; pero sólo solo lo siento, sólo al recordar (poco recuerdo).
Me gusta verlos sin que me vean, creer que está en la soledad la respuesta más auténtica. No sólo cuando estoy solo me hablo: me hablo todo el tiempo. Digo lo que muchos dicen, sin cambiar el sentido del todo; sólo los demás saben qué nombro, sólo solo me miento.
¿Qué pasaría si digo que no soy yo, que siempre has sido tú, en el fondo? Sólo solo te veo, sólo solo me hablas, sólo solo, cuando estás conmigo, me quedo despierto.
Cuando por fin me encuentro afuera, sin miedo, sólo yo, mientras no escribo, voy por el mundo flotando. Sólo solo regreso, solamente cuando estoy solo divago (ya adentro, ya si no salgo). Sólo entonces escucho, sólo entonces lo entiendo.
Y es que a mí la soledad siempre me sorprende acompañado de mis recuerdos, que son pocos. (Sólo a veces, sólo si quiero.)

Thursday, June 4, 2009

Cooperation

Sometimes very bad things happen and people act together. Cooperation is a lot like self-control in an interpersonal way. If self-control is about "punishing" your current self for the sake of your future self, then cooperation is about "punishing" your own interest for the sake of other people's interests—which might become yours sometime in the future.
In a place where everybody cooperates, people share interests and goals; in a place where nobody cooperates, people fight against each other pursuing individual goals and interests. Everywhere in the world there are people struggling for common interests against selfishness and there are people taking advantage of some altruist fellows. But cooperation isn't just something that can be imposed over people; that's why very bad things need to happen before people start acting together.
The bad thing is that bad things are not the same for everybody, although there are some natural disasters, for instance, with which most of us would agree to say that "a very bad thing has happened." Still, there are bad things that affect most of us and not everybody calls them "bad." A very bad thing, then, needs not only to affect a lot of people, but also to emerge suddenly. Most of humanity's worst problems are everything but sudden, so not everybody cares.
Selfishness, for some, is a very bad thing, but it happens. Altruism, on the other hand, is a very good thing, specially for selfish individuals, and it also happens.
Cooperation is the art of finding common interests even among selfish individuals—an art for which altruists can do a lot. That's how cooperation isn't something that needs to be imposed; it is more like self-control—an intention that needs to be put into practice so its results can become evident.
As long as there be humans in the world—that is, for us, always—bad things will keep on happening. We are, nevertheless, capable of making a decision as to if it is really necessary for a sudden, very bad thing to happen before we find common interests, or if we can set as our common interest to cooperate with others. Even if it somehow feels like a punishment now, our future selves will feel rewarded.

Friday, May 29, 2009

Fuentes de error


Cuando alguien compara al ser humano con una máquina nos molesta por dos razones principales. En primer lugar, nuestra concepción de máquina es una de producto humano y, en tanto que tal, una de perfección automática. En segundo lugar, nuestra concepción de seres humanos es una de imperfección, a veces voluntaria. Sabemos que «nadie es perfecto» y que todos cometemos errores. Las fuentes de error en el comportamiento de los seres humanos tienen dos vertientes: los juicios de la sociedad y una capacidad de autocrítica exacerbada. Creo que los seres humanos somos máquinas imperfectas.
Nos equivocamos porque nuestra sociedad nos dice que nos equivocamos (y porque asimilamos esa referencia en nuestra cabeza para no volvernos a equivocar). Las máquinas que no somos nosotros muchas veces son perfectas, pero son nuestros productos y nosotros no somos perfectos, ¿podemos hacer cosas perfectas? Cualquier producto humano es sometido a un proceso implícito de «control de calidad» social (además del control de calidad interno que permite que dicho producto llegue a la instancia en la que la sociedad podrá juzgar su horrible utilidad o, de menos, su inútil belleza) que permitirá hacer alusión a la perfección cuando haga satisfactoriamente eso para lo que fue diseñado. La perfección es un ideal que se vuelve real cuando mucha gente se pone de acuerdo.
Las máquinas son normalmente diseñadas para cumplir propósitos muy específicos; nosotros tenemos muchos, en ocasiones muy generales. Cuando hacemos cosas para satisfacer muchas necesidades resulta fácil equivocarse. Las máquinas no se equivocan y, si lo hacen, debe ser por algún error de quien las crea. Si somos máquinas imperfectas —ya sea que creamos en un creador con voluntad o en un creador automático (como el azar)—, la culpa de nuestra imperfección no puede ser de nuestro creador; la culpa tiene que ser nuestra o de nuestra sociedad.
Somos animales imperiosamente centrados en nosotros mismos. «Sabemos que sabemos», dice nuestra etiqueta filogenética, que nos ubica en la cima. No todo es saber, sin embargo; no todo es estar en la cima; no todo es crear estándares para saber quién se equivoca o para negar rotundamente la posibilidad de creer, de saber, de entender que somos máquinas, en tanto que funcionamos para satisfacer el propósito de vivir.

Wednesday, May 27, 2009

Small talk

Good thing it doesn't hurt when it ends abruptly. Bad thing, its absolute needlessness. Humans are social animals. Social interaction plays an important role in everyday life for most—for those that live within a society, at least. But, why should it matter so much when we all know, after it ends, it didn't matter that much?
It gets smaller, as we talk; we talk, as it gets smaller. It will end, we usually think—and know—, it always ends, but it can surely become heavy while it lasts. It should be light, shouldn't it? You talk about nothing (nothing important, anyway) and it gets smaller and shallower. Something small that grows smaller should also grow lighter, but it doesn't—it grows heavier and harder.
Awkward silence is what happens when two or more people that don't know each other well—or at all—keep their mouths shut in a situation where they should be knowing each other; in a situation where it's too late to choose not to know someone—you say "hi" or throw a smile—starting by the shallower layer (usually the weather). Why is social silence so awkward? Because in society we're talking machines, probably; because society wasn't build upon silence, perhaps; because our culture demands an active role, maybe. Silence can hardly be active. So we talk, we small talk.
Try this, just for fun. When confronted with a small-talk situation, break the rules; talk about the most tragic or private event that has ever happened to you. This should instantly lead to either (a) awkward silence or (b) a true conversation. You already know what to do with (a): talk about the weather. It's my opinion that people should only talk to each other when they have important things to say, though I must admit that most big things in the world start being small (like a tropical rain that grows into a hurricane, talking about the weather).
Discrete things are awkward, so even nature fills in the gaps between discrete things with that we call "emptiness" to form a continuum. No, we can't see the air surrounding the beginning-and-end objects we can see, but sure we know it's there while we breath it. No, we can't speak the silence surrounding the beginning-and-end conversations we have, but sure we know it's there when it gives us time to remember about the week's weather.
It's my opinion that social silence should not be awkward, but it's a … lovely weather, isn't it?

Friday, May 22, 2009

Igualdades y diferencias

Absolutamente todos los seres humanos en el universo tienden a generalizar sus errores e imputárselos a la sociedad en la que viven (bueno, tal vez sólo yo lo haga, pero es culpa de mi sociedad). Para algunos resulta importante observar relaciones entre las cosas que son diferentes; otros, en cambio, prefieren enfocarse en las diferencias de las cosas que se parecen. Unos tienden a encontrar todo demasiado parecido, e ignoran que lo que le da independencia a las cosas son sus diferencias; otros tienden a discriminar demasiado, y olvidan que lo que permite que las cosas coexistan son sus puntos de acuerdo.
Creo que la mejor forma de conocer es identificando igualdades y diferencias, acuerdos en lo ajeno y desacuerdos en lo familiar. Hay cosas que no se repiten, hay otras que sí; hay gente que se repite discriminando y se siente diferente haciéndolo, hay gente que se distingue encontrando lo mucho que se parecen los demás (de los que, qué bueno, forma parte). La naturaleza misma de la información que permite aprender funciona de esta manera; no siempre es grato que nos digan lo que hacemos mal, pero cuando nos lo dicen hacemos las cosas de una manera diferente. Cuando sabemos —nos dicen— que hacemos algo bien, lo repetimos.
Principios generales, abstracciones sintéticas, regularidades, orden. Fines particulares, análisis específicos, accidentes, caos. La verdad, creo, es que el orden de las cosas se interpreta al encontrar que no son siempre iguales; que los accidentes ocurren con frecuencia y que siempre es necesario distinguir los que se parecen.
Hay algunos que lo ven todo tan regular y ordenado que se vuelven inverosímiles; se vuelven regulares, repetidos y, sobre todo, predecibles: cuando su teoría no encaja con la realidad hacen encajar su realidad con la teoría. Hay otros más que lo ven todo tan diferente que se encuentran en la necesidad de dividir la mente en tantos pedazos como eventos ocurran en el universo.
Depende del enfoque, pues. Que las partes que quedan al hacer un análisis volverán a estar juntas. Que la síntesis requiere mucho pegamento conceptual. Los errores se repiten cuando no nos atrevemos a reconocerlos, y entonces es culpa de nuestra sobregeneralizada sociedad. Los aciertos ocurren una sola vez —si ocurren— cuando nadie más que nosotros puede tener razón (o nadie puede tener tanta como nosotros), entonces es sólo nuestra culpa.
La verdad, creo, es que tanto los errores como los aciertos pasan afuera por cosas que hacemos o dejamos de hacer. Nos parecemos tanto que resulta imposible ignorar que somos diferentes.

Sunday, May 17, 2009

Self control

The distinction between temporary and permanent is ideal; temporary things end, permanent things don't.
Assuming time is an infinite convention, whatever measurement chosen to be made from it must be set according to a reference point. Nothing can actually last longer than an infinite convention, so we conventionally use the term "permanent" for those things that last longer than us, and the term "temporary" for those that last less than we would expect them to. It is only when things stop from existing that the distinction gets less ideal and more real; but why should a difference be made between things that don't exist?
Life is a pretty ordered time machine; we, as humans, can't know what will happen in the future until it becomes past through our present living. Decisions are actions placed in the present whose results come about in the future; how long it takes for a decision's outcome to take place is a matter of time, making the decision to wait for such an outcome is a matter of self-control.
Long-termed decisions are usually said to be self-controlled, while short-termed decisions are usually said to be impulsive; but what's usually said usually doesn't say much. How far from the present a long-term outcome is? How far from the future a short-term outcome was? It doesn't really matter when small (temporary) and big (permanent) benefits are considered—it all comes down to global purposes and objectives then.
Let's assume waiting—the thing one does while not doing anything at all—is a behavior, let's assume even further that some of our decisions are purposive; with an ideal distinction between temporary and permanent kept in mind, self-controlled decisions involve an evident preference for permanent results rather than temporary ones. To do "what is best for the future" requires a clear foresight of what is wanted in the first place; such teleological behavior can only be achieved by self-controlled people. To do "what is best for the moment" requires no foresight whatsoever and a great deal of thoughtless action; such random, hedonistic behavior can be achieved by most.
Self-control requires avoiding immediate pleasure in the quest of pursuing big, permanent goals. Impulsive behavior requires putting off important things in the quest of temporarily avoiding important goals—and the stress produced by failure.
Both self-control and impulsiveness can be seen as continuous as a loop with two different labels. Waiting for a future goal placed too far away is as good as doing lots of random actions to fill the waiting time. Avoiding future goals for the sake of immediate satisfaction, when immediate satisfaction can only be brought about by immediate important outcomes, is as good as planning for a big outcome. The key issue is to set a big goal and fill the waiting time with useful action. When great coincidences make random products useful, randomness can sometimes be teleological.
Even though self control may only be an ideal, it is one of those that can only be sought through action—that's what makes it real.

Monday, May 11, 2009

Sentido Común

¿Alguna vez, lector, te has sentido común? Pesa, sobre todo si también te has sentido especial. Lo realmente difícil es adquirir la capacidad para hacerlo, para reconocerlo y, más importante, para disfrutarlo.
En los días en que mi ego no interfiere con mis actividades cotidianas no sólo me siento común, sé que lo soy. El ego es una bomba de aire para el balón del cerebro; la importancia no está en consolidarlo o en saber usarlo; lo importante es, en realidad, saber cómo dejar de usarlo una vez que se conocen los mecanismos que lo activan.
El sentido común sirve para generar acuerdos entre la gente que no se conoce y para facilitar la comunicación y la interacción entre la que sí se conoce. El sentido especial, por otra parte, sirve principalmente para crear desacuerdos y desavenencias. El orden es repetición; de cosas, de eventos, de palabras, de todo eso que se puede observar, de todo lo que no cambia o que cambia de una forma que no cambia. Lo común es lo que pasa todo el tiempo; lo que, por su repetición, se vuelve ordenado. Lo especial es lo que casi no pasa; lo que, por su desorden, llama la atención. El sentido de cualquier cosa es personal. El sentido es lo que el observador interpreta de las cosas, de los eventos, de las palabras, de los pensamientos —aunque no los observe, aunque sólo los piense—, de todo lo que es capaz de significar. El sentido es una dirección con significado.
El sentido común es una forma estereotipada de reaccionar ante lo que pasa afuera (y, a veces, también adentro); depende de la experiencia que otras personas han tenido ante situaciones similares y de la forma en que, en promedio, han reaccionado o han platicado que reaccionan (cuando se trata de lo que les pasa adentro).
El sentido que no es personal se llama sentido común, si bien es una decisión personal hacer las cosas como los demás. Cuando algo demasiado común deja de ocurrir, llama la atención y adquiere sentido. Cuando algo extraordinario se repite demasiado, deja de ser especial; es entonces cuando pierde el sentido y se vuelve común.

Sunday, May 10, 2009

Abulia

Something usually goes wrong for me on Sundays. It's the absence of feeling what it feels like. An absolute lack-of-brain idea processed by the brain; a thoughtless thought I'm thinking. My mind is wandering somewhere in a place unknown for my body. The space it left is big and deep—I decide to feel its location in my stomach, but I might as well feel it in all the things I decide not to do.
It has nothing to do with ups or downs, with highs or lows; it has to do with some unframed reference point from a different dimension: a dimension where things can't move, no matter how hard they try (a dimension where fuel evaporates with the slightest glimpse).
I know my mind will return, it usually does (though it had never gone neither so far nor for this long). If it returns, will it tell me about the places it visited? I will ask. The new things it found out? I will see. The solutions it got to my old problems? I will try. I know that when my mind returns—that's what I dislike the most—it will fill this empty space that I decide to locate in my bodily stomach through my bodily brain, only to make it feel bigger, emptier the next time it leaves (if it ever returns).
To enjoy the process is like giving permission for it to happen again. Objectives are so short-sighted when they set as a goal to feel while not feeling at all. Memory is so narrow when it comes to remember the bad emotions that lead to the good ones; it is so ample when it comes to remember bad things while feeling bad or good things while feeling good. I just can't remember a thing. I'm willing to decide what decision to make, but I can't.
Ever felt a numb leg because of a bad sleeping position? Think of the way it feels when blood starts irrigating again. I'm still waiting for the tingling to start; I must have awaken before my mind did—or after, maybe. Anyway, I feel numb.

Thursday, May 7, 2009

La vida como actividad recreativa

Las cosas importantes deben tomarse con seriedad. La cuestión es, entonces, distinguir los criterios que definen algo como importante. Creo que la importancia de las cosas depende de interpretaciones individuales. Algunos pueden estar o no de acuerdo con las interpretaciones de alguien en particular; lo importante, me parece, es no darle demasiada importancia. ¿Puede la seriedad ser divertida? A veces, creo; pero sucede que, para la mayoría, la seriedad deja de ser seriedad cuando comienza a divertir.
Tal vez el problema radique en las definiciones. Diversión no es sinónimo de burla ni de risa; de la misma manera, seriedad no es sinónimo de tristeza ni de densidad facial. La seriedad se refiere a dimensionar adecuadamente un asunto en relación con algún estándar de importancia, nada más; al final, medir no es otra cosa que comparar. La diversión se refiere al goce o al disfrute asociado con una actividad. Dimensionar y atribuir importancia a un asunto adecuadamente puede ser una actividad divertida, en el sentido más amplio. Hasta la tristeza más profunda, como actividad (estar muy triste, por ejemplo) se puede aprender a disfrutar cuando se entiende que cualquier experiencia sirve para aprender. El aprendizaje es un cambio perdurable en nuestras reacciones —emocionales, intelectuales y conductuales— producto de nuestra experiencia.
Llamo experiencia a la interacción con uno mismo y, sobre todo, con lo demás. Llamo vida al proceso de aprender y divertirse (con seriedad, siempre) a partir de la experiencia. Puede ser que no siempre nos demos cuenta, pero todo el tiempo, mientras vivimos, aprendemos. La capacidad misma de identificar problemas, de compararlos con algún estándar de importancia y de evadirlos —a veces resolviéndolos—, se aprende. Siempre he creído que la mejor manera de aprender es disfrutando el proceso.
Así, vivir, cuando se tiene la seriedad como para no darle demasiada importancia —aunque en ocasiones la tenga—, puede ser una actividad recreativa.

Wednesday, May 6, 2009

Time for respect

It becomes clear because of them. Whether suddenly or gradually, society—through its members' opinions—determines the value of people's ideas based mostly on time and, sometimes, on congruence.
So if, for instance, a never before seen painter is willing to blow the world with his art, he will have a hard time for his art to be seen or respected, assuming that he doesn't give up before this even happens. Respect is mainly about knowledge, consideration, and, perhaps, admiration; disrespect, most of the time, is only about ignorance.
Respect has its logical and illogical components. Based solely upon authority, respect is chiefly illogical, as authority usually erases reasoning and promotes blind following. Based entirely upon reason, respect is completely logical, as the use of reason permits an informed and thoughtful interpretation about reality. Do we ever challenge logic itself? We don't, it would disrespect reason. Even the most dynamic processes have solid, static bases.
Once finished, human products don't change; interpretations do, all the time. Interpretations are not products, they are dynamic processes. When an interpretation about someone else's product (or about someone else itself) becomes fixed, it turns into a judgment. To judge is to label things as "good" or as "bad," according to individual (and usually fixed) principles and values.
Logical reasoning is hard and resource consuming, while following an authority is easy and economic. Respecting someone's products in any field usually starts off with a social and logical consensus about the value of such products; until the time comes, after a successful consensus, for that someone to be considered an authority in that field, and his/her ideas no longer need to be reasoned by most of the people. Some very few, though, continue with logical respect; if some product of that authority is proven to be wrong, to be incongruous with the authority itself, authority is then judged. Sometimes authority falls and gets disrespected by most.
I will keep working on my ideas, hoping to become, at least for some, a reasonable authority one day; never for you, thoughtful reader: it is to the authority of your reason to which I address this message.

Friday, May 1, 2009

Claustrofilia

Todos los estados psicológicos tienen límites, no hay duda. Todas las polaridades, cuando son flexibles, tienen puntos de contacto. Una fobia, dicen, es un miedo o un temor irracional e incontrolable producido por un objeto o por una situación específica; una filia, dicen, es un amor o una afición —racional, suponemos; controlable, no sabemos— producida por un objeto o por una situación específica. Ambas tienen puntos de contacto.
¿Existe algo opuesto al amor? ¿Es el miedo una oposición a algo? No sé, pero fobia y filia, en el sentido más general, son términos opuestos. No es que sea aficionado, pero me gusta estar encerrado, hasta cierto límite; después me da miedo, pero lo controlo bastante bien.
Experimentemos con la imaginación: Un campo grande, totalmente cubierto por una delgada y prácticamente imperceptible película protectora; estaremos ahí unas horas. Nada mal, ¿verdad? Una casa grande y bien iluminada por el sol, un lugar para pasar un día completo. Suena bien, ¿no? Una habitación amplia y cerrada con una potente lámpara que deja todo a la vista; cinco días completos. Incomoda un poco, ¿cierto? Una caja de dos metros cuadrados iluminada por un insignificante foco amarillo. ¿Es mucho una semana? ¿Y si la caja fuera más chica? ¿Y si fuera más tiempo?
Un límite es una instancia condicional en donde algo deja de existir cuando extendie su existencia más allá de éste. Nada surge de la nada: todo tiene un principio y un final. Llamamos existencia al espacio comprendido entre el principio y el final de las cosas. Todo lo que existe, entonces, tiene un límite. La nada no tiene ninguno —la nada no existe, y cuando llega al límite (de la imaginación, si existe) deja de ser nada para ser algo—. El final de algo siempre será el principio de algo más, y así sucesivamente. (Esto permite suponer que la existencia de las cosas es continua, y que los límites, me imagino, son imaginarios.)
Llamamos certidumbre a las cosas cerradas, a las cosas con límite (las que tienen principio y tienen fin); llamamos incertidumbre a las cosas abiertas, a las cosas sin límite (las que no tienen, en principio, fin). Los lugares cerrados me gustan; no muy cerrados, no mucho tiempo, pero me gustan. Los lugares abiertos me dan miedo; muy abiertos, mucho tiempo, me dan miedo. Me encuentro encerrado en un lugar bastante abierto; no hablo tanto del espacio, hablo más del tiempo.
Todas las polaridades, cuando son flexibles, tienen puntos de contacto. En la continuidad infinita del universo, los límites sirven de agarraderas para la imaginación. Me gusta encerrarme en el tiempo, me limito a pensar.